En nuestro país, como en muchos lugares del resto del mundo, deambulan libremente cientos de caninos y felinos por zonas rurales y urbanas, reproduciéndose sin control. Siendo parte de un ciclo que pareciera no tener fin por la forma en que nuestra sociedad lo ha naturalizado. El estado de estos animales en la mayoría de los casos, es de total vulnerabilidad en cuanto a asistencia sanitaria se refiere. El único auxilio con el que cuentan es ese que les brindan proteccionistas independientes y ONG, motivados por la sensibilidad que produce verlos padecer de forma incesante e injusta. Ellos intentan brindarles una mano, una mano que lamentablemente se torna impotente e insuficiente y que lo seguirá siendo mientras que la situación estructural, y no parcial, de este problema logre una modificación de fondo. El fenómeno histórico de domesticación producido por el hombre en animales que en un principio vivían en estado salvaje, entre los que se cuentan caninos y felinos, categorizados estos hoy bajo el término de fauna doméstica callejera, constituyen el antecedente explicativo de mayor peso para entender como su naturaleza reproductiva fue trastocada, interrumpida. Derivando en descontrol y perdida de la capacidad de auto-regulación de estas especies. Veamos porque:Estos animales al dejar de tener la imperante necesidad de buscar alimento y refugio por si solos, dado que la cercanía con el hombre se los viene facilitando sin mayor esfuerzo que el de brindar compañía y fidelidad, experimentarán una alteración en las funciones que dictadas por la naturaleza, cada ejemplar estaba destinado a desarrollar en sus camadas. Ya no habría quien se ocupara solo de la caza, el resguardo o la defensa del territorio, sino que todos se hallan hoy llamados a la reproductividad, pues la capacidad de sobrevivencia se ha hecho mayor y la competencia natural ha disminuido. Entendiéndose que este fenómeno, hoy derivado en problema de salud pública y tormento para miles de personas alrededor del mundo, ha sido generado por la intervención del hombre (sin pretensiones necesariamente malévolas en un principio) debe ser éste quien trabaje en buscar soluciones. Salidas que no pueden estar divorciadas de ciertos valores éticos que nuestros tiempos reclaman . Aunque en nuestro país nunca ha existido una política sistemática para el control de la fauna doméstica callejera, en tiempos pasados se copiaron modelos de matanza y exterminio puestos en práctica por instituciones de sanidad con cierta recurrencia y que, en medio de la muerte y el desprecio por la vida animal, se activaban cuando la proliferación se hacía evidente en los centros urbanos. Estos costosos y crueles mecanismos, debían aplicarse una y otra vez, siendo su eficacia de corto alcance en el tiempo, pues, mientras que la reproducción de estas especies es geométrica (Una sola perra puede generar a lo largo de su vida unas 70.000 crías de descendencia) la capacidad de matanza del Estado es limitada y todo espacio que un animal deja vacío, será ocupado por otro. Tesis que se conoce como vacío de la naturaleza. Vale decir que tales prácticas de los gobiernos tienden a ser rechazadas por los ciudadanos, teniendo estos que soportar impotentes la aniquilación de seres con los que han logrado establecer un grado de empatía. Esto nos diceque el accionar viene siendo errado, apuntando no a un sistema preventivo de control, esterilización y educación, sino atacando la consecuencia de manera errónea sin haber reflexionado en cuanto a su origen. Este escenario de ausencia de políticas acertadas poco ha variado. Afortunadamente hace ya muchos años no se ven cuadrillas de exterminio rondando por nuestras ciudades, sin embargo la reproductividad de la fauna doméstica callejera ha quedado a su suerte. Amparada más recientemente por el auge del proteccionismo en nuestro país, lo cual se ha traducido en una modificación positiva en términos de responsabilidad ciudadana, respeto por la vida y capacidad de convivencia humano-animal, pero que indirectamente ha contribuido a fortalecer la fertilidad de muchos animales que viven en las calles en situación de semi-domicilio. Es decir, hay más animales en las calles y la capacidad para esterilizarlos es insuficiente, hay más animales que hogares disponibles y el esfuerzo de las ONG´s alcanza un bajo impacto a nivel cuantitativo. Bajo este escenario, el esfuerzo debe estar dirigido en instaurar modelos de control no eutanásicos, que sean una inversión y no un gasto. Con experiencias que demuestran su eficacia y eficiencia alrededor del mundo, en la regulación de la población, por su rentabilidad a largo plazo, alto impacto cuantitativo y capacidad simbólica para modificar la concepción cocificante que el hombre ha generado hacia los animales de la calle, entendidos muchas veces como estorbo. Más específicamente hablamos de sistemas de esterilización masivos, sistemáticos, extendidos y gratuitos, en lo que los animales no sean doblemente víctimas (su domesticación y luego aniquilamiento) y en el que la ciudadanía se involucre activamente en plataformas de ayuda comunitaria, de la mano del Estado quien es el único capaz de garantizar tales condiciones de amplitud e inclusión. Siendo considerado un problema de salud pública, es una responsabilidad indelegable del Estado a la que debe hacerle frente. Procurando buscar los mejores procedimientos y prestando atención a las experiencias de ONG’s que vienen trabajando, con sus limitadas capacidades, en soluciones humanamente aprobablesante esta situación, sin insistir en fórmulas fracasadas como las del aniquilamiento. De lo contrario, la situación de los animales de calle y en situación de descontrolada reproducción, estaría lejos de tener fin. Para ello se requiere de un marco legal que establezca claras responsabilidades y obligue a los entes encargados a asumir la tarea de generar políticas de control de población, que no infrinjan dolor y estén libres de crueldad. En Venezuela existe la Ley Para La Protección a la Fauna Doméstica Libre y en Cautiverio (Atrevesando en la actualidad severos cuestionamientos por parte de los defensores de animales, que buscan reformularla en su fondo y en su forma con propuestas que están siendo elevadas ante la Asamblea Nacional). Legislación que aunque precaria y poco avanzada en cuanto a la concepción que de los animales en general refleja, deja abierta la posibilidad, si así lo determinara explícitamente, para que desde las autoridades municipales se apliquen eficientes mecanismos de control de población de manera descentralizada. Es importante reiterar, también buscando combatir un poco nuestra arraigada concepción estatista y echando la mirada a experiencias en otras latitudes, que deben ser las ONG y proteccionistas organizados quienes lidericen en gran medida la puesta en práctica de estos proyectos. Un sincretismo entre poder público y organización ciudadana. Garantizando que los objetivos centrales se cumplan y no se desvíen por senderos de extrema burocratización. Hacia ese estadio, es que las ONG’s, proteccionistas independientes, ciudadanos preocupados, deben presionar de manera organizada para su consumación. Reconociendo que su acción atomizada y de bajo impacto, solo servirá de paños calientes ante un problema de inmensas magnitudes, capaz de devorarse cualquier tiempo de sentimentalismo escaso de razón.
Moisés González
Foto cortesia de Ronald Monroy.
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